Como siempre está tan ocupado jugado fútbol, en las reuniones con los amigos o leyendo filosofía, a Lalo casi nunca le da tiempo de estudiar para los exámenes. Pero es tan inteligente, que los pasa todos, aunque sea raspados. Y más si es un examen oral, como el de hoy. La maestra nos dejó de tarea que preparáramos algo sobre nuestros héroes. Ahorita está hablando Mari, luego le toca a Daniela y después a él. Tecún Umán, Bart Simpson, Harry Potter , algo se le ocurriría. A Lalo siempre se le ocurre algo. Es bueno para improvisar. A lo mejor hasta habla de Messi. Es su jugador favorito. Para el mundial pagó no sé cuanto dinero por una sola estampita de Messi. Después anduvo un montón de tiempo deprimido porque todos decían que el tal Messi había jugado mal.
¿Ven?, ya decía yo que la cursi de Mari iba a hablar de una de las de La Academia. Está loca. Tiene todos los cuadernos forrados con fotos de esos aburridos. Ahora le toca a Daniela .... no, ¡no puede ser!, Daniela preparó un discurso completo sobre Messi, con fechas, goles y todo. Quien se la mira a la Daniela, siempre vestida de rosita, con colitas, aretitos y todo, y resulta que le gusta el fútbol. ¿Y ahora Lalo? ¿Qué dirá? Ya se puso nervioso. Le tiembla una pierna. Siempre que se pone nervioso le tiembla una pierna.
- ¿Y tú Lalo? – pregunta la maestra.
- Mi mamá.... – muy bien Lalo, a las maestras les encanta que admiremos a nuestras madres.
- Antes que yo naciera ... – Lalo sigue pensando qué va a decir, de repente, como que ya sabe qué va a contar y continúa – mi mamá era maestra en un colegio de Cobán. Iba y venía todos los días por el mismo camino. Una vez, un finquero la atacó, la metió al carro y de allí salí yo. Dice que por eso yo tengo los ojos azules y ella tristes. Eso dice. Mi abuelito fue a reclamarle al señor ese, se fue hasta la casona de la finca a preguntar por él y no solo no le pudo hablar sino que hasta lo sacaron a golpes. “Nunca se me va a olvidar cómo llegó mi papá todo sangrado a la casa”, dice siempre mi mamá. Nos tuvimos que venir todos a la capital, porque nos amenazaron y, pues, desde entonces, mi mamá nos ha sostenido trabajando muy duro, y cada vez que le pregunto por qué ella nunca reclamó nada, se le vuelven a poner los ojos tristes y me dice muy calladito: “hay que saber perdonar, m’ijo, hay que saber perdonar” –. Lalo hace una pausa como para aguantar las lágrimas.
- Ah, qué bien Lalo, tu madre es una persona admirable – la maestra no cabe de la emoción por lo que contó Lalo – entiendo que ella sea tu héroe.
- No maestra – la interrumpe Lalo – mi héroe no es mi mamá, sino mi tío Juan, el narco, que, en cuanto tuvo suficiente dinero, mandó a matar al hijoeputa del finquero ese.
La maestra se queda muda. Unos compañeros se carcajean, otros se enojan y empiezan a gritar que cómo es capaz de pensar así. Menos mal que en ese momento suena el timbre porque no hay quién pare el relajo que se armó. Voy a buscar a Lalo para salir al recreo. Le digo al oído que me encanta cómo se inventa todas esas historias subversivas, alborotadoras de maestras. Él se ríe y me da un beso en la mejilla. A pesar de la prohibición de los noviazgos en el colegio, salimos tomados de la mano. Quiero que todos se den cuenta de quién es mi héroe.
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