Moreno, delgado, de rizos suaves y mirada azul. Pasó, rozándome apenas y, sin que yo me diera cuenta, me robó el corazón. Lo busqué, puse una demanda. Pero nada. Ni rastro del bendito corazón. Me convencí a mí misma que había sido lo mejor. Al fin y al cabo después de lo de Manuel, me había dado tanto miedo volver a usarlo, que ya estaba medio oxidado. Un día, paseando por el mercado, vi un puesto que tenía uno muy parecido al mío. – Pruébelo, Seño, sin compromiso – me dijo el vendedor. Me lo puse con mucho cuidado. Acabando de ponerlo en su lugar me di cuenta que el vendedor era moreno guapo, delgado, de rizos suaves y mirada azul. El corazón saltó en mi pecho y rechinó de emoción. – Lo encontré – dije emocionada, mirándolo a los ojos – es mío. –Sí – dijo el muchacho – y hace mucho que la esperaba -. Lucía una hermosa sonrisa sobre el rostro. También era robada. Aparte que de lejos se miraba que era falsa. Abracé con fuerza mi corazón y salí corriendo.
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