Sucede a eso de las seis, esa hora en la que todos los trabajadores intentan ingresar a como de lugar al metro que llega, aunque uno igual llegue cinco minutos más tarde, pero esos cinco minutos son demasiada espera cuando te has tenido que tragar todas las quejas del jefe, y todas las malas caras de los clientes, o las mentadas de madre de los compañeros que andan viendo en qué te equivocaste, porque esta vida no es más que una competencia, en el que el más fuerte gana, o el más cabrón, depende, eso te lo dicen en la escuela, y en la tele y en todos lados donde te venden los cursos de cómo ser mejor que el vecino, de cómo ser más bonito, más efectivo, más... hijoeputa, para llegar a donde deberías llegar, para no ser un “looser”, como dicen los jóvenes, esos jóvenes que compiten por el mejor celular, pero que ya no tienen nada que esperar del éxito, porque fueron desahuciados como seres pensantes y tendrán que conformarse con servir a los elegidos, y así perpetuar esta maldita sociedad de clases, donde están trazadas, con marcador indeleble, las distancias entre los niños bien, los menos bien y los que tendrán siempre que tomar el metro a las seis, después de levantarse a las cinco, y que tratan de entrar a como de lugar a esta acumulación de almas tristes, que solo quieren llegar a casa para prender la tele y tomar la droga diaria del “reality show” que les da la ilusión de ser protagonistas en un país “desarrollado” para el cual son solo y nada más que estadísticas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario