Era un
ritual en su familia que el papá de Gloria buscara conejitas el día de pascua. Su
madre, evangélica de pura cepa, pensaba que las Playboy del padre eran una
afrenta al Señor Resucitado y las escondía el sábado en la noche. Mientras ella
y sus hijos iban a la iglesia, el padre las buscaba por toda la casa. Encontraba
todas menos una. Esa que agregaba la inquieta adolescente todos los años a su colección.
Un día llevó a uno de nuestros breves y acalorados encuentros, su más grande tesoro:
la Playboy de septiembre de 1985. La guardaba con tanto cariño, no solo por
haber sido fan a morir de Madonna, sino porque esa revista era la que había
marcado el inicio de sus furtivos e inolvidables Sábados de Gloria.
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