miércoles, 24 de octubre de 2012

Los bochincheros.

Los bochincheros no tienen madre. Ni padre. Son creados por generación espontánea. No estudian, no trabajan, no tienen amigos, no pagan alquiler. Se nutren solo de hacer bochinches, de hacer ruido, de quemar llantas, de bloquear carreteras y de hacer pintas. Nadie conoce a un bochichero en persona, pero todos, desde su atrincheramiento, en sus casas y oficinas, han oído hablar más de alguna vez de estos extraterrestres-terrestres, o ha visto una foto "fidedigna" en alguno de los periódicos "tan serios" del país.

Los bochincheros son seres mágicos. Son como un grito silenciado que vaga a diario sobre ríos, lagos y mares, provocando tormentas cuando les da la gana. Solo se materializan cuando algún  grupo social o político "trasnochados" llama a una manifestación, a una marcha o a una protesta. Hay que decir que esos grupos en realidad no es que quieran realmente protestar, ni de cambiar algo. Que es bien sabido que las protestas de todas formas no llevan a nada. Y mucho menos si son en la calle. Todo al final llega, la igualdad, la justicia, la tranquilidad. Esas también son de generación espontánea. Es solo que a veces a alguien le da por nostalgiar, por tener algo de qué quejarse y conjura a los bochincheros. "!Protesta!", dice, y entonces todo el miedo que "el ciudadano promedio" le tiene a la política social se acumula en un solo punto y de allí sale la energía que hace que vayan apareciendo en la ciudad, uno, dos, quince bochincheros, quienes como si fuera Halloween, salen a asustar a la "gente de bien" bloqueándoles su sacrosanto camino, calle o carretera.

Y cabal, cuando la fiesta está en lo mejor, zaz, que llega un camarógrafo y les toma la foto para el reportaje. Son muy fotogénicos los bochincheros. Hacen relajo, rompen cosas, pintan la propiedad privada, destruyen cuanto se encuentran el camino y, cuando ya han hecho "el daño", terminan la fiesta y luego desaparecen del imaginario capitalino. Si han tenido un mal día, los bochincheros son apresados. Pero no hay que tenerles pena. Como ya dijimos, no son gente protestando, ni siquiera son gente de verdad,  por lo que también dentro de la cárcel logran desmaterializarse y desaparecer en el olvido de los ciudadanos. Lo que queda es solo la foto, alguna pinta, y una buena justificación para los apolíticos y demás "pacifistas" del por qué no salen a manifestar.

Son muy útiles los bochincheros.





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