domingo, 29 de julio de 2012

Gafas




Tus gafas
pequeño intrépido volador
te darán millones de megatones
para vencer el mal.
¡Ve cómo se agrandan tus ojos!
¡Ve cómo se agrava tu voz!

Ella se pone las gafas
y
contrario a lo que dice Mamá
no vuela tan rápido como un cohete
no es más veloz que la luz
el miedo y el rechazo
le pesan mucho al andar.

Ella quisiera que las paredes no la detuvieran
que ningún insulto la pudiera acabar
que la verguenza no la atrapara
cuando quiere llorar
cuando sus gafas solo le sirven
para ver mejor y más clara
su soledad.

miércoles, 25 de julio de 2012

Desnudos o vestidos

Antes que él llegue, desnudo mis pies. Los lavo, los suavizo con crema, camino por el apartamento, los entreno para el juego. Poco a poco los desconecto del trabajo utilitario y los libero a la sensación. Me concentro en ellos, en cada estímulo que perciben de la alfombra rugosa de la sala, del piso frío del baño, de la madera del corredor. Damián dice que le gustan mucho mis pies. Con él he ido aprendiendo lo sensible que puede ser la piel que nos sostiene. Cada punto en ella es capaz de electrizar, de despertar otros puntos de mi cuerpo. Todos nuestros juegos empiezan por los pies para, ya encendidos, recorrer con la lengua la ruta de ascenso a la oreja y de descenso hasta nuestros centros que se acomodan, se posicionan y se balancean hacia el orgasmo. A Damián le gustan mis pies desnudos y vestidos. Los viste con calcetines de nailon, de algodón, de lana. El calor que provoca cada material es otro, así como el roce con que estimulan cada uno de los vellos del cuerpo. Los pies, la piel que los cubre, los calcetines que los arropan, se han vuelto tan nuestros, que ya no puedo salir a la calle con sandalias. Siento como si me estuviera entregando a otros, como si estuviera exhibiendo perversamente mi desnudez. Por eso me enojé tanto cuando Damián me contó que había conseguido trabajo en una zapatería. La idea de que estuviera viendo pies ajenos me volvía loco. Son zapatos de mujer, me dijo, y no cualquier zapato, son Loubutin. Nunca he sido mucho de modas, así que me sonaba a chino. Un día llegó con uno de los stilletos para mostrármelos. Doce centímetros de tacón. Los puso sobre la mesa como ésta fuera un altar. No sé como hizo para conseguir unos de mi talla. Me puso primero unas medias de seda negra, y luego, con mucho cariño y cuidado me los calzó. Me hicieron daño casi al instante. “El dolor también es una sensación”, me dijo Damián mientras los acariciaba, “una ofrenda al placer del milagro estético”. A mí me gusta experimentar, probar nuevas cosas, andar nuevos caminos, pero el dolor no es lo mío. Me los quité y se los puse a él. Calzamos lo mismo. Por más que quiso hacerse el fuerte, él tampoco los aguantó. Fueron las medias de seda las que salvaron la noche. Dejó el trabajo y Loubutin. Ahora, gracias a su nuevo trabajo y a Wolford y Palmers, seguimos probando nuevas texturas.




miércoles, 18 de julio de 2012

Homenaje a Francisco Méndez en Guatemala


Este año se cumplieron 50 años de la muerte de Francisco Méndez, escritor guatemalteco, por lo que se hicieron varios eventos (como se puede ver en la imagen), entre ellos una lectura colectiva que se denominó "Leer a Francisco Méndez" durante la cual varios escritores leyeron textos de este escritor. Por suerte para nosotros que no pudimos asistir, el grupo Loc Bucbuc tomaron un video de antes de esta presentación y aquí se los dejo:

(tomado de http://losbucbuc.blogspot.de/)

video
Un poco de bibliografía de Francisco Méndez (1907-1962): Poesía: Los dedos en el barro (1935); Romances de Tierra Verde, en coautoría con el poeta Antonio Morales Nadler (1938). Seis nocturnos (1951); Poesía de Francisco Méndez (1975), tomo publicado por Editorial Universitaria de la Universidad de San Carlos de Guatemala. Cuentos: En 1957 fueron publicados sus relatos ganadores del primero y segundo lugar del certamen literario La Independencia, promovido por la Dirección General de Bellas Artes. Cuentos de Joyabaj (1984). Papeles Recobrados (2012) obra póstuma Ensayo: Poesía de Eduardo Mendoza Varela (1945). Más información sobre el autor en http://www.literaturaguatemalteca.org/fmendez.htm

lunes, 9 de julio de 2012

Helado

Llego tarde al café. Estás sentado en una de las sillas de afuera. Me saludas señalándome el reloj. Me disculpo dándote un beso en la mejilla y cuidando que, al retirarme, tengas una visión profunda de mi escote. Funciona. La imagen de mis senos apenas cubiertos por mi blusa de tirantes, ha trasladado el discurso y el reclamo a lugares secundarios de tu mente. Me regalas una sonrisa tan hermosa, que en lugar de helado, quisiera comerme tu boca. Me siento y llamo al mesero. Un helado de chocolate y mango, por favor. Te pregunto cómo te fue en el trabajo. Me cuentas algo de proyectos y reuniones, y yo apenas te escucho mientras libero mi pie de la sandalia, y - qué bueno, tienes un pantalón amplio y oscuro y qué bien que se les ocurrió poner mantel - mi pie acaricia el cierre de tu pantalón. Tartamudeas un poco, carraspeas, te sonrojas, te ves tan dulce mi amor. Dejas de hablar, y yo dejo de acariciarte, y te cuento un poco de mi día, del nuevo compañero que entró hoy a trabajar, - qué lástima, no te pones celoso – y llega mi helado, y siento ahora tu pie que explora mi pie, y mi pantorrilla y levanta la falda que me llega a la rodilla, y sigue subiendo y – maldición – se me cae el helado sobre el escote, mango sobre mi pecho, tú sonríes y - ya sé que te gustan mis pechos - te digo que esperemos, que comamos en paz, pero de de prisa, me limpio el escote, respiro profundo, y ahora sí, hablamos del día, del clima, del fútbol, de la madre y el padre que los parió. Seguimos alerta, ya el helado está rico, pero no quita el calor.

Pides la cuenta. De forma muy teatral dejo que caiga el último poco de helado sobre mi pecho, cuidando que en su camino derritiéndose no manche mi blusa. Te digo que iré al baño a quitármelo. Tú asientes, cómplice. Desde el pasillo veo como te levantas, vas hacia el mesero que se estaba tardando con la cuenta, pagas, y te diriges hacia los baños del café. Aquí adentro esta más fresco y un poco oscuro. No esperas mucho y lames el helado que aún cubre mis senos y se adentra por el sostén - menos mal un sostén negro – y mientras tu lengua va sobre mis pechos, tu mano va ya bajo mi falda, entre mis piernas – ayyyy – veo que hay otra persona que viene en nuestra dirección, te aparto y ahora sí, entro al baño, - ufff qué calor – el agua fría de la toalla de papel se evapora instantáneamente sobre mi piel.
Salgo y veo que has comprado medio litro de helado de mango para llevar. Tienes las llaves del auto en la mano. Saco mi llavero, te miro a los ojos, paso cortamente, sugestiva, la lengua por la llave de mi apartamento, te tomo de la mano y salimos en dirección al estacionamiento.







lunes, 2 de julio de 2012

Las penas con pan son buenas

A Don José de Riva y Vidaure le gusta consumir tres veces por semana penas ajenas. Tiene algo de tranquilizador. Las ve, las pone a la par de las suyas que, en comparación, son chiquititas, las unta sobre un pan, se las lleva a la boca, las saborea, las mastica y luego las escupe. Desde muy pequeño aprendió que si se mordisquean, o peor aún, si se las traga, pueden emanar una sustancia extraña que hacen que después se pase varios días con mal sabor de boca y unas ganas extrañas de llorar.