sábado, 31 de marzo de 2012

Armando y desarmando Karmas


Porque Dios se nos escapa
merodiando la Sexta
como a las once
en inquietud constante
de que estemos aquí
en la cima de la fortuna que ofrece tanto
placer
ambición desmedida
porque nadie le quiere dar a su hermano
lo que hemos perdido

-          Jamás seremos oidos  -

Nadie acepta este paisaje de vida.
la esfera de nuestros íntimos pensamientos
que en vidas pasadas
desalojaron silencios
dando dádivas y dinero
para apaciguar
el  Karma y el destino
amañados esperado
el maná que cayó del cielo

-       A esta maquinita no le hemos programado bien sus signos -


A veces la demagogia
se ensalza en la mentira
de quienes escalan o engañan
a través del objeto placentero
en el que jamás alcanzarán
la satisfacción perfecta
que haga cumplir
los hechos y deshechos
de sus pensamientos.


Todo se camina bien
yo me crie con abuelos
me críe con tios
fuí agricultor
aprendí oficios
lustré zapatos
fui lechero
sastre

Aqui el dia son los segundos.
Seguiremos así muchas vidas?
Haremos caso omiso de dios para que dios nos bendiga?
Aceptaremos nuestro... destino?


Quisiera hablarle de Karma
de eso que nos separa
del lugar donde habitamos
frontera, país o apellido
y de la pobreza que se levanta
entre los que hoy tienen
mientras nacemos nos reproducimos morimos y nos destruimos

todo se queda aqui
al Morir
(Suicidio)



no importa quien se queda o quienes viven o lleguen a sufrir

Dios se nos escapa

merodiando la Sexta

como a las once.

Y NO LO COMPRENDEMOS......NI LO COMPRENDEREMOS


(reciclado de un comentario a un artículo de Lucía Escobar )

viernes, 30 de marzo de 2012

En defensa propia

Cuando el hambre ataca, toca defenderse con todo, con uñas, con dientes, usted ya sabe. Porque una vez logra agarrarlo a uno, no lo suelta hasta no dejarlo sino en los puros huesos. No es que no la conociéramos. La conocíamos de antes, pero entonces todavía era chiquita. Cabroncita, eso sí, porque se aparecía de repente, y nos daba unos sustos que ni le cuento. Venía en las sequías, en las tormentas, en el granizo. Pero siempre lográbamos hacernos los quites para que no nos mordiera duro. Porque entonces teníamos buena semilla, buen café. Eso nos decían, porque nosotros nunca lo probamos. El señor del ingenio al que le vendíamos nos lo quería revender bien caro, ni siquiera porque nosotros lo cosechábamos nos lo daba al costo. Nosotros sólo el más barato tomamos siempre. Y bien aguado porque así nos alcanza más. Un poco de café y unas tortillas, y a trabajar. Así logramos el día.

jueves, 22 de marzo de 2012

Amor de lejos

Entre aquí y allá,
        la distancia.

Entre tú y yo,
     dos pantallas,
               cobre,
         atmósfera,
            satélites,
sonidos transgresores
de límites y espacio.

Llego a vos
          en imagen,
llegas a mí
          en palabras,
y en tus ojos
          pantallas del alma
se refleja
           espejos del deseo
mi cuerpo que te extraña.

jueves, 8 de marzo de 2012

El Corazoncista

Moreno, delgado, de rizos suaves y mirada azul. Pasó, rozándome apenas y, sin que yo me diera cuenta, me robó el corazón. Lo busqué, puse una demanda. Pero nada. Ni rastro del bendito corazón. Me convencí a mí misma que había sido lo mejor. Al fin y al cabo después de lo de Manuel, me había dado tanto miedo volver a usarlo, que ya estaba medio oxidado. Un día, paseando por el mercado, vi un puesto que tenía uno muy parecido al mío. – Pruébelo, Seño, sin compromiso – me dijo el vendedor. Me lo puse con mucho cuidado. Acabando de ponerlo en su lugar me di cuenta que el vendedor era moreno guapo, delgado, de rizos suaves y mirada azul. El corazón saltó en mi pecho y rechinó de emoción. – Lo encontré – dije emocionada, mirándolo a los ojos – es mío. –Sí – dijo el muchacho – y hace mucho que la esperaba -. Lucía una hermosa sonrisa sobre el rostro. También era robada. Aparte que de lejos se miraba que era falsa. Abracé con fuerza mi corazón y salí corriendo.


jueves, 1 de marzo de 2012

Ana







“Si dejara de ser sonámbulo
Me extrañaría Ana”
Eliseo Subiela


Era de noche, hacía frio y Ana estaba allí para salvarme. Yo sabía que dormía, más aún, que alucinaba. Pero era un sueño tranquilo, suave, de esos que te hacen cerrar fuerte los ojos para que no se abran con el día y así le de tiempo a tu mente a que los guarde, con los guantes puestos, en el cajón de los recuerdos. Quedaba todavía mucha noche y mucha fiebre. Las alas de Ana estaban dispuestas al vuelo, tan dispuestas como su cuerpo que aterrizaría pronto de su propio sueño, pero que ahora se asía al mío para evitar caer en las profundidades de la nada. Daba saltitos, de repente, cada vez que la madrugada rozaba sus antenas, pero - lo repitió varias veces – había venido a salvarme. De eso estaba segura. Levantamos el vuelo con sus alas y bailamos en el aire al ritmo del jazz que impregnaba el viento - lo cual era inverosimil, porque siempre he sostenido que el jazz no es para bailarse, por lo menos no así, agarrados, pegados, cheek to cheek, pero ¿hay otra forma de bailar volando? -. “Let's do it” nos elevaba mientras íbamos dejando abajo a un grupo de personas vestidas de negro, presididas por mi madre, que rezaban por sus muertos y por sus vivos – mi madre estaba entre los muertos, pero yo aún no lo sabía - unos rezos extraños que más que palabras eran murmullos y en conjunto sonaban un poco como a música de programas infantiles ta-tára ta-ta-ta-ta ta-tára ta-ta-tá. Alguien mencionó en voz alta el nombre de Gonzo, que era como me llamaba Ana cuando éramos niños. Ana, vió que me sentía aludido y sentenció: "Yo no sueño con idiotas inmaduros." Entonces me dejó caer.

Desperté.

Aún antes que las sombras se volvieran gente, intuí que Ana estaba en el cuarto. Había llegado a verme al hospital. Entre la niebla que presidió a la conciencia, distiguí su silueta seductora. Las alas abiertas eran señal inequívoca de que, por fin, me había perdonado.