miércoles, 29 de septiembre de 2010

Mal Trip

Él le llamaba con orgullo “mi modus operandi” y consistía en fijar con una mano las muñecas sobre la cabeza de la muchacha, y con la otra ir arrancando cualquier impedimento textil, generalmente de algodón, que se le pusiera en el camino.

- Quieeeta, tranquiliiita - les decía - no intentés zafarte, porque solo te vas a lastimar.

Luego les buscaba el miedo en los ojos. El miedo que era a la vez medio y fin, alimento para su excitación, cuerda para sujetarlas. Por más ariscas que fueran, por más resistencia que presentaran, siempre lograba que les temblara la mirada.
Pero los ojos de Soledad no temblaban. En lugar de miedo, había un vértigo profundo, había dos alambres de púas, había certeza, había odio. Ahora el miedo estaba del lado de Pablo. Quiso cerrar los ojos, para ahogarlo, pero no pudo. Esta vez era él quien estaba atrapado, inmovilizado, hipnotizado.

nunca más, nunca más. Las palabras, salían de los ojos de Soledad y se volvían sonido interior que rebotaba, interminable y dolorosamente, de una esquina a otra, en la cabeza de Pablo. nunca más, nunca más

La mano que antes había subido el camisón, ahora estaba pegada al pecho de la muchacha. Todo el cuerpo de Pablo estaba vacío de movimiento. El grito que quiso dar no fue capaz de salir de su boca, porque las palabras de Soledad, que habían invadido su cerebro, bajaban ahora hasta su garganta, bloqueándola. Con mucho esfuerzo logró por fin soltar las manos, dio un salto hacia atrás y, perdiendo el equilibrio, cayó estrepitosamente al suelo. Ella, entonces, se sentó en la cama. Su camisón blanco, milagrosamente intacto, le hacía parecer una sacerdotisa ancestral, aún más cuando, pronunciando frases ininteligibles, elevó entre sus manos algo que parecía ser un corazón. Pablo se llevó instintivamente las manos a su pecho. Su mirada estaba clavada en el objeto vivo al que Soledad, muy lentamente, le daba vuelta como si fuera una prenda de vestir antes de ser lavada. Un dolor intenso en el pecho le hizo cerrar los ojos y, en seguida, se desvaneció.

Despertó en su cama, alterado, sudando y con un extraño sabor en la boca.

– ¡Puta, que viaje más grueso! Eso me pasa por comprarle crack a majes que ni conozco.

Se levantó como pudo, se lavó la cara y bajó a la cocina. Soledad ya había puesto a calentar agua para el café.

– Se rayó mi mamá contratando a esta pisadita – pensó Pablo al ver la redondez perfecta de unos glúteos que se erguían al final de un largo pelo negro, impecablemente trenzado. Pensó en “cogérsela” en cuanto tuviera la oportunidad “ahora sí de verdad”, pero el hilo de su pensamiento fue cortado abruptamente por una fuerte punzada en el corazón.

– ¡Maldito crack! – gritó, mientras el dolor le hacía inclinarse sobre la mesa, presionando el pecho con las dos manos. Soledad se acercó, le puso una mano en el hombro y con voz suave le susurró – quieeeto, tranquiliiito – y se dirigió de nuevo a la estufa a servir el desayuno.




“Por eso es que, cuando una habla
Es con la voz de muchas que callan
Por eso es que, cuando una reacciona
Lo hace por muchas que aguantan y aguantan.”

Naik Madera

2 comentarios:

  1. El relató me gustó porque retratás la cotidianidad que se mantiene en una penumbra social. Y la canción también me llega.

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  2. Gracias Alvaro. Sí, es un tema muy fuerte que hay que nombrar. Por cierto, no sé si te enteraste que Naik Madera está organizando el Festival Ixchel arte de mujer del 11 al 16 de octubre 2010. http://artenaik.org/paginas/f_Ixchel.html

    Saludos y gracias por la visita.

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