miércoles, 29 de septiembre de 2010

Mal Trip

Él le llamaba con orgullo “mi modus operandi” y consistía en fijar con una mano las muñecas sobre la cabeza de la muchacha, y con la otra ir arrancando cualquier impedimento textil, generalmente de algodón, que se le pusiera en el camino.

- Quieeeta, tranquiliiita - les decía - no intentés zafarte, porque solo te vas a lastimar.

Luego les buscaba el miedo en los ojos. El miedo que era a la vez medio y fin, alimento para su excitación, cuerda para sujetarlas. Por más ariscas que fueran, por más resistencia que presentaran, siempre lograba que les temblara la mirada.
Pero los ojos de Soledad no temblaban. En lugar de miedo, había un vértigo profundo, había dos alambres de púas, había certeza, había odio. Ahora el miedo estaba del lado de Pablo. Quiso cerrar los ojos, para ahogarlo, pero no pudo. Esta vez era él quien estaba atrapado, inmovilizado, hipnotizado.

nunca más, nunca más. Las palabras, salían de los ojos de Soledad y se volvían sonido interior que rebotaba, interminable y dolorosamente, de una esquina a otra, en la cabeza de Pablo. nunca más, nunca más

La mano que antes había subido el camisón, ahora estaba pegada al pecho de la muchacha. Todo el cuerpo de Pablo estaba vacío de movimiento. El grito que quiso dar no fue capaz de salir de su boca, porque las palabras de Soledad, que habían invadido su cerebro, bajaban ahora hasta su garganta, bloqueándola. Con mucho esfuerzo logró por fin soltar las manos, dio un salto hacia atrás y, perdiendo el equilibrio, cayó estrepitosamente al suelo. Ella, entonces, se sentó en la cama. Su camisón blanco, milagrosamente intacto, le hacía parecer una sacerdotisa ancestral, aún más cuando, pronunciando frases ininteligibles, elevó entre sus manos algo que parecía ser un corazón. Pablo se llevó instintivamente las manos a su pecho. Su mirada estaba clavada en el objeto vivo al que Soledad, muy lentamente, le daba vuelta como si fuera una prenda de vestir antes de ser lavada. Un dolor intenso en el pecho le hizo cerrar los ojos y, en seguida, se desvaneció.

Despertó en su cama, alterado, sudando y con un extraño sabor en la boca.

– ¡Puta, que viaje más grueso! Eso me pasa por comprarle crack a majes que ni conozco.

Se levantó como pudo, se lavó la cara y bajó a la cocina. Soledad ya había puesto a calentar agua para el café.

– Se rayó mi mamá contratando a esta pisadita – pensó Pablo al ver la redondez perfecta de unos glúteos que se erguían al final de un largo pelo negro, impecablemente trenzado. Pensó en “cogérsela” en cuanto tuviera la oportunidad “ahora sí de verdad”, pero el hilo de su pensamiento fue cortado abruptamente por una fuerte punzada en el corazón.

– ¡Maldito crack! – gritó, mientras el dolor le hacía inclinarse sobre la mesa, presionando el pecho con las dos manos. Soledad se acercó, le puso una mano en el hombro y con voz suave le susurró – quieeeto, tranquiliiito – y se dirigió de nuevo a la estufa a servir el desayuno.




“Por eso es que, cuando una habla
Es con la voz de muchas que callan
Por eso es que, cuando una reacciona
Lo hace por muchas que aguantan y aguantan.”

Naik Madera

domingo, 19 de septiembre de 2010

Meditaciones

Utopía Capitalista

Expropiarte.
Ganar el monopolio de tus besos.
Invalidar con mis caricias
el título de propiedad
que ella tiene sobre tu piel.

Sísifo
(primeras reflexiones)

Un anciano, con las pensamientos revueltos por la edad, intentaba bajar por unas escaleras eléctricas, cuyo movimiento era exclusivamente ascendente. Cada vez que se paraba sobre el sensor de presión, la escalera comenzaba a subir y no a bajar, como él deseaba. Sin embargo lo volvía a intentar una y otra vez. Tal vez creyera que las escaleras son simplemente seres, como cualquiera de nosotros, con una voluntad propia capaz de ser doblegada si se tiene la suficiente paciencia y perseverancia.

Pensé entonces en toda la energía invertida causas perdidas, en las veces que he apostado el todo por el todo en amores que de antemano sabía imposibles, en mis interminables intentos por cambiar mi destino solitario, que empiezo a intuir, está escrito en piedra.

Bajé las gradas y arriesgando una sanción policial, presioné el botón emergencia para detener la escalera eléctrica. El anciano me miró con cierta desilusión y bajó triste las gradas.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Con todos los sentidos

existimos porque nos nombramos y somos nombrados
Alberto Manguel

Xwan

Antes de Xwan yo no existía. Antes de él yo era etérea, un alma sin cuerpo. Fueron los viajes lingüísticos, que realizó sobre mi cuerpo, los que me volvieron tangible. Alternaba palabras en español con sus equivalentes en Kaqchikel y éstas iban cayendo, una a una, sobre las distintas partes de mi cuerpo que, al oírse nombrar, recibían la carga eléctrica necesaria para sentirse vivas. Cabello - wi’aj, ojos - wachaj, boca - chi’aj, pechos - tz’umaj. Cada palabra iba acompañada de un beso. Pero no era hasta que me nombraba Nuch’umil, Mi Estrella, que me sentía completa. Teníamos diecisiete años y apenas jugábamos a estrenar el amor.
Llegaba a mi casa al medio día, entre mi salida del colegio y su entrada al instituto. En ese entonces mi mamá trabajaba en un restaurante y no volvía sino hasta las cuatro de la tarde. Xwan acompañaba en las mañanas a su padre componiendo aparatos eléctricos. En las vacaciones y en días de feriado, trabajaba la jornada completa. – Para que aprenda el oficio – le contaba su padre orgulloso a todo el que quisiera escucharlo, aunque sabía muy bien que la energía que motivaba a Xwan era verbal y no electromagnética, como él hubiera querido. Su hijo estaba decidido a ser escritor.

Nos conocimos un quince de septiembre. Había llegado a mi casa con su padre para componer la televisión que estaba arruinada y que mi mamá quería funcionado ese día para poder ver, como todos los años, el desfile patrio. Mientras los mayores se entretenían discutiendo el precio de la compostura, inicié una conversación con el chico preguntándole su nombre. - Xwan - me respondió - como Juan pero con “x” y “w” -. La chispa de su sonrisa se convirtió en el corto circuito que quemó todas mis resistencias.

Eran días de guerra. Acabábamos de cumplir tres meses de relación cuando, de repente, dejó de llegar a mi casa. Después de tres semanas de desesperación, de preguntas sin respuestas, mi mamá y yo nos encontramos por casualidad a su padre, un sábado, en una tienda de la colonia. Me contó que a Xwan lo habían enrolado en el servicio militar un día que fue a visitar a su hermana en una aldea cercana. – Se escapó por no querer matar y ahora nadie sabe donde está – me dijo su padre con lágrimas en los ojos. Lo abracé. Mi mamá también lloró. Entonces supe que ambos estaban enterados de lo que sucedía entre nosotros.

Intenté olvidarlo, dándole a mi cuerpo otros cuerpos, buscando, en otras bocas, palabras que pudieran remplazar las suyas. Hoy en la mañana, como en los veinticinco quince-de-septiembres que pasaron desde mi primer encuentro con Xwan, me distraía viendo un programa matutino en uno de los canales nacionales. Cuando lo puse, entrevistaban a un escritor Kakchiquel, que, según decían, había vuelto hace poco del exilio. De repente la palabra “Nuch’umil“, se desprendió de su discurso y llegó hasta mí, nombrándome, y encendiendo el interruptor de mi cuerpo que, comprendí entonces, había estado todo este tiempo en modo de espera.




Avaricia



Todos las noches la misma rutina. Después de bañarse, se quita la bata, se acuesta en la cama y yo comienzo la limpia. Poco a poco, con mucha paciencia, con mis manos, con mi boca y con mi lengua, voy quitándole capa a capa todos los cuerpos que tenga sobre el cuerpo, todas las pieles que queden sobre su piel; los olores, los sabores y las caricias que otros y otras hayan dejado, hoy, ayer y antes de ayer. Queda limpita, nuevita, sin una sola huella. Sus pechos renacen al tacto y sus manos me reciben ansiosas. Es como estrenarla cada día. Gozo tanto al verla, por fin desnuda, sentir el olor de su piel y de su sexo mezclado únicamente con el aroma del jabón. Solo entonces, soy capaz de hacer el amor con ella.


Luego, en la mañana, después del desayuno, empieza todo de nuevo. Se quita la pijama, y bajo la ropa, en lugar de lencería, viste otra vez todas y cada una de sus historias, completitas, sin dejar alguna tirada o escondida por allí.


- Vos no querés a nadie - le digo con rabia cada vez que la veo resplandeciente de amor y deseo ajenos.

- Pues te equivocas, chica - sonríe, guiñando un ojo –, yo os quiero a todos.






“Date prisa y abre tus regalos, y déjame jugar con ellos”
Fobia

Terciopelo y Encaje


Abrí el paquete que me había llegado por correo. Era una caja rosa con un lazo azul. Adentro, envuelto en un papel de china muy fino, se encontraba una preciosa tanga negra, de hilo dental, con un corazón de terciopelo al frente. Acaricié la tersura de la tela, pensando en Caroline. La había conocido la noche anterior, en uno de mis bares favoritos. Después de varias margaritas nos habíamos tomado tanta confianza que empezamos a hablar de nuestras vidas amorosas y terminamos hablando de nuestras preferencias en temas de ropa interior. Mencioné mi gusto por el encaje rojo y ella su adoración por el negro, y mejor aún, si lo adornaba un detalle especial de seda o terciopelo.

El paquete venía con una nota escrita a mano. “Te espero el jueves a las 20hrs. Quiero sorprenderte ofreciéndote las cosas que siempre has soñado. No olvides traer tu regalo”. El lugar donde se esperaba la firma, lo ocupaba solamente una dirección. Nunca antes había asistido a una cita tan misteriosa, pero la sonrisa y los hermosos ojos negros de Caroline valían el intento. Era apenas lunes. Los días y las horas hasta el jueves se me hicieron largos. Llegó el miércoles y, por fin, aunque ya casi había perdido la esperanza de que sucediera, también llegó el jueves. A las siete de la tarde, aún me volvía loca tratando de encontrar el atuendo perfecto para la cita. Recordando las palabras de Caroline, me decidí por un vestido de seda azul, que tallaba muy sutilmente mi cuerpo, unos zapatos negros de tacón de aguja y una gargantilla de terciopelo negro con una cruz gótica en el medio. Pensé llevar la tanga en la mano, a manera de amuleto, pero deseaba tanto sentirla sobre mi piel, que terminé llevándomela puesta.

Muy nerviosa me encaminé a la dirección que decía la tarjeta. El corazón de terciopelo acariciaba al caminar mis sentidos más íntimos. Eso y las expectativas que me había ido forjando en los últimos tres días sobre lo que haría con Caroline, provocó que al llegar al lugar citado, sintiera una profunda decepción. No se trataba de un café, un bar o siquiera un hotel, como yo había creído, sino de una novísima tienda de lencería. Muy molesta por el engaño pensé en volverme a casa y ahogar, en una botella de vino, la rabia de haber sido timada de esa manera tan insidiosa. Pero, al dar el primer paso de vuelta, sentí que había una buena razón (muy suave) para quedarme. La tanga era realmente muy bonita, y además, se sentía taaaan bien. Mmmm. Deseé conseguir otras piezas que fueran igual de autosensuales. ¿Tendrían de encaje, seda, plumas?

Dos chicos fornidos, bastante guapos, vigilaban la entrada. Uno de ellos me pidió la invitación. Después de cavilar unos segundos, entendí a qué se refería. Con mucha vergüenza y muy sonrojada, pero, lo confieso, también con una cierta picardía, me levanté la parte derecha del vestido, casi hasta la cadera, dejando ver una parte de la tanga que había recibido de regalo. El chico guapo ni se inmutó y solo me hizo una señal para que pasara. Me imagino que no fui la única que tuvo que pasar por ese percance para poder entrar.

La excitación que sentí al ingresar a la tienda y ver toda esa variedad de colores, texturas y hasta sabores, fue casi orgásmica. Quería verlo todo, probarlo todo, sentirlo todo. Exactamente igual que las otras mil chicas invitadas que habían llegado. Mientras intentaba ver, a través de la multitud, las piezas que ofertaban por inauguración, sentí una mano que recorría mi espalda en peligroso descenso. Antes de consumar la bofetada obligatoria, reconocí a  Caroline. Observó divertida mi mano y me  dio la bienvenida. Entre todo el bullicio entendí que era la dueña de la tienda y que sugería que podríamos “platicar” más tranquilas en su oficina. Ni bien entramos en el elevador me dio una cajita, igual a la que había recibido días antes. La abrí y saqué una braga de encaje rojo. Me susurró al oído – la diseñé yo misma para la ocasión, ¿te gustaría vérmela puesta? -. Yo asentí sin poder hablar. Aunque, de todas formas, era hablar en lo que menos pensábamos ambas esa noche.

Fantasía Urbana



Ya se divisa la camioneta en la esquina, cuando te veo salir de la oficina. Corres y logras alcanzarme en la parada. Subimos y nos abrimos paso, como podemos, para no ir tan cerca de la puerta.

- Váyanse para atrás, que atrás hay lugar.

Como casi me caigo después de un frenazo, te doy la espalda y me agarro del respaldo de un asiento. La camioneta va atestada de gente que, como nosotros, vuelve del trabajo a la hora pico. Con la excusa de protegerme te pegas a mi espalda, agarrando con una mano el tubo y con la otra mi brazo. Atrás hay lugar, atrás de mí siempre habrá lugar para tu pecho, eso lo sabes. Vamos en silencio, nuestra mente se concentra en nuestros tactos que se buscan en medio del hacinamiento de decenas de cuerpos extraños.

- Permiso, mano, que en la próxima parada bajo.

Un movimiento mío te señala que te doy permiso para que bajes todo lo que quieras y bajas, bajas un poquito para acomodarte más a mi cuerpo. Tu mano es fuego cuando se va deslizando hacia mi cintura. Me abrazas y te siento más cerca, mi cabeza en tu hombro, tu pecho en mi espalda y algo protuberante e insistente sobre mis nalgas. Te percibo creciendo hacia mí, cada vez más grande y firme, queriendo sobrepasar las fronteras de tu pantalón y de mi falda.

- Córranse que donde caben dos caben tres.

Estoy que casi me corro, tus manos me fijan a ti y me acarician, y yo quisiera que me penetraras aquí mismo, en medio de todo y de todos. En este punto mi cerebro desconecta y ya no me importa nada. Si me dejara ir, estoy segura que me cabrían dos y hasta tres orgarsmos en un mismo instante. Por suerte tenemos tan bien amaestrada nuestra razón, que el pudor y el control vuelven puntuales una cuadra exacta antes de llegar a la parada. Tocamos el timbre e iniciamos el descenso.
.
- Apúrese a bajar, Seño.

Vamos bajando poco a poco nuestra exitación, al tiempo que bajamos de la camioneta. Nos despedimos, sin palabras, con un beso en la mejilla. A ambos nos espera en casa las obligaciones y el desamor, pero mañana, mañana después del trabajo, seremos de nuevo tú y yo, como todos los días, a la misma hora y en la misma ruta.

Mujeres - causas y efectos

Dictado de Conciencia


Estimados señores no espere ¿sabe qué? pensándolo bien mejor tache estimados y ponga solamente Señores de la agencia tal ya usted pondrá el nombre motiva la presente mi absoluta disconformidad con su servicio siendo que el día de ayer allí va la fecha entre comas arribé de un largo vuelo intercontinental que a pesar de viajar como suelo hacerlo en primera clase me resultó cansadísimo y más aún que tuve que venir trabajando en el avión porque con los empleados tan inútiles que tengo me veo obligada a revisar todo dos veces ah no, eso no es relevante ¿verdad? regresemos entonces al vuelo largo y cansadísimo y yo que solo quería llegar pronto a mi casa donde me esperaban desde hacía una semana mis hijas y mis dos gatos salgo de recoger mis maletas y me encuentro con que el idiota del chofer que siempre me envía su agencia para esperarme no había llegado y que no aparece sino hasta después de diez minutos esos DIEZ MINUTOS con mayúsculas y para colmo de males llega despeinado sin corbata y con la bragueta del pantalón mal cerrada ¿será de mal gusto mencionar bragueta en una carta? bueno no importa lo que me hizo intuir que había llegado tarde por andar por allí con alguna tarada tarada en negritas que debe serlo porque escaparse así de su trabajo y poner en peligro un puesto de secretaria ejecutiva en una de las mejores empresas del país todo por un chofer idiota a quien acaba de conocer ¡deje de mirarme así y siga escribiendo! y esa tarada debe de dar gracias de que su jefa está en una etapa de crisis sentimental que si no ahorita mismo la despedía la despedía subrayado pero que espera que aprenda la lección y además confía en que se esté cuidando porque con lo que me está costando el divorcio no puedo pagar una interina que la sustituya punto. Naturalmente estoy muy desilusionada con su falta de profesionalidad por lo que exijo una sanción ejemplar para el idiota del chofer y una compensación de su parte por los daños y perjuicios sufridos por la espera punto.

Esperando una pronta reacción a esta carta me despido muy atentamente blablaba

Ah y por favor dígale a “la agencia” que unos chocolates y un capuchino no estarían mal para empezar. Gracias, puede retirarse.



Making of

Me imagino una escenografía purista. Una habitación a media luz, la mesita de cristal, impecable y sobre ella, dos copas y una botella de vino. La música elegida, una mezcla de jazz y blues, conforma el soundtrack perfecto para la seducción. No creo que las historias de Nicolás tengan la pretensión del cine de autor. Tampoco que haya originalidad en sus argumentos. Se podría decir, sí, que tienen el encanto minimalista de una película porno. Ellas llegan a la cita en su apartamento, toman unas copas con él y luego se las lleva a la cama. Al día siguiente, la despedida, mentir con un “te llamo luego”, para finalizar con un primer plano de Nicolás frente al espejo y la voz en off de su ego recitando los créditos.

Pero la vida, aún la más monótona, no es una simple sucesión de remakes. De vez en cuando, como puede que suceda esta noche, a un director como Nicolás se le cruza un personaje como Sofía quien, haciendo alarde de un exquisito dominio de escena, le arrebata el guión y le cambia, en una sola toma, el género de la película.

El único problema de esto será que, luego de haber participado en el corto, Nicolás se quedará con ganas de seguir rodando, llamará a Sofía mil veces y le rogará un papel protagónico en su largometraje. No le va a ser fácil. La conozco bien y sé que es muy exigente en los castings.

Pero, por más que quiera predecir o conjeturar, no será sino hasta mañana, cuando se prendan de nuevo las luces, que una llamada de mi hermana Sofía me revelará si, después de esta noche, está por fin dispuesta a darle la oportunidad de un happy end a esta nueva historia.



Como aguja de un reloj


Te sonríe. Mariposas en el estómago. Dopamina a todo vapor.
- Hola, soy Sergio.
- Soy Marcela.
Soy, soy, ¿quién eres para él? En la primera cita te regala margaritas. Me quiere, no me quiere, me llama, no me llama. Por cada no, un manojo de nervios. Dos manojos de nervios. Más baratos por docena. Cuentas sus llamadas con cuentagotas hasta que se acaban. No hay refill. Necesitas otra dosis de su voz. Ahora. Ahoritaaaa. ¡Yaaaaa!.
Llamas tú. Lo sientes seco, indiferente. El bajón. Salto hacia atrás desde una plataforma de diez metros. ¡Splash! ¡Qué caída más espectacular, Señores!
Después del impacto, te queda doliendo el orgullo. Decides no buscarlo más. Te mantienes firme en tu decisión ... por unas horas. Una eternidad hecha de angustia. Luego la desesperación de la abstinencia. Te ves obligada a echar mano de tus reservas de serotonina empacada.

Prescripción
  • Barra de chocolate 50g
Duración del tratamiento
  • 3 días
Posología
  • 2 unidades con cada llanto

Sobrevives, pero de mala manera. No sirve. Debes recurrir al plan B. No lo hagas Marcela. Noooooooo...... Y, cabal, te acuestas con Braulio, tu ex. Mala idea.
En pleno acto sexual, piensas en la diferencia entre la metadona y la heroína, y en todos los tipos con mirada perdida que has visto frente al centro de adicciones a la vuelta de tu casa. Te levantas, te vistes y dejas a tu ex en la cama , desconcertado y a medio terminar. Llegas a tu casa y te ves en el espejo. Te quitas la ropa buscando alguna huella visible de tu dependencia. Suena el teléfono. Tu corazón, que se detuvo por un instante, va ahora a todo galope.
- Marcela, ¿qué diablos te pasó?
- Nada, Braulio, te llamo más tarde, ¿si?
Cuelgas y te quedas un rato observando el teléfono. Lo llamas. Claro que lo llamas. Te tiembla la voz.
- Hola Sergio, soy Marcela.
- Marcela querida, ¡qué sorpresa más bonita! ¿Tienes tiempo para salir hoy en la noche?
Soy, soy, ¿quién eres para él? A la noche abres la puerta de tu apartamento. Allí está él, Sergio, con un nuevo ramo de margaritas.




El Colochísimo


Vos me despreciás por moreno y colocho, ¿verdá? Decís que además soy rebelde y caprichoso. Que suficientes problemas tenés ya, como para aguantar las peleas diarias que tenés conmigo. Después de todo el tiempo que llevamos juntos, ¿no creés que ya va siendo hora de aceptar, que por más que hagás, por más que pataliés y grités, no me vas a poder cambiar? Y no me refiero a que empecés a resignarte, sino a que por fin logrés mirarme con el cariño que me merezco. Y si no podés, pues te fregaste, patoja. A seguir sufriendo porque conmigo ya sabés que no hay retache.

Realmente no entiendo esa manía tuya de hacernos la vida a cuadritos. Si yo sé que en el fondo me querés. Que la culpa la tienen esas fresas que tenés por amigas, que te andan malaconsejando. Te dicen que soy feo, que mi porte tercermundista no va con la imagen cosmopolita que tenés. Dicen que urge hacer algo para “cambiarme de look”, para volverme “más cool”. Que si me sigo resistiendo, vas a tener que llevarme a un especialista. Si hasta sé que te dieron la dirección de uno en la zona catorce, que disque sabe tratar con casos difíciles como el mío.

No les hagás caso, patoja chula. Vení conmigo, vení al espejo. Mirá lo bonita que sos; mirá lo bonitos que somos. ¿Por qué me querés cambiar? ¿Sabés qué? Te propongo algo: solo por hoy no me planchés, no me alisés, no me pongás tintes, ni cremas ni menjurjes. Mostrémosle al mundo que hay belleza en tus rizos, colochita linda. Aceptá que vos sos tan hermosa y tan rebelde como este tu pelo que hoy te habla. No te dejés convencer de lo contrario, que después la planchada vas a terminar siendo vos. Dejame ser como soy, como quiero ser. Olvidate de los criollos y los güisquiles. Salí con la frente en alto. Que en esta ciudad mestiza, hasta Dios es “Colocho”.

Nota:
Inspirado en post de Julio Serrano, "Alguna vez escuché a Javier [Payeras] decir que en Guatemala ser colocho es una actitud política, me parece, neobarrocos, transgresores de la recta, vamos por ahí con el radical cuestionamiento de lo establecido en nuestras cabeza".




Falla Teutónica


Marta es un camaleón. Viste y desviste personalidades según le venga y convenga. Habla, recita, actúa, canta, en italiano, inglés, francés, español, lo que el público quiera. Público en el más amplio sentido de la palabra, es decir, no solo el que paga para verla en el teatro, sino también el público diario, los amigos, vecinos, amigos de los amigos, amigos de los vecinos, y las parejas de todos estos. Un don de nacimiento, dirán muchos. Sin embargo un don puede, en algunas ocasiones, convertirse en maleficio, principalmente si las fuerzas de la naturaleza entran en juego.

Era junio y él se llamaba Ralf. Un hipnotizador como lo es cualquier hombre del que una se enamora perdidamente. Ralf era guapo, alto, cautivador, exitoso. Una de esas catástrofes naturales que le cambian a una las coordenadas entre el tiempo y el espacio. Un desplazamiento de tierra que la llevó hasta Alemania, a un pequeño pueblo cerca de Maguncia. Como era de esperarse, el ambiente inhóspito de una localidad y un idioma desconocidos acentuó la tendencia de Marta a adaptarse a su medio ambiente. Quería funcionar, quería ser aceptada por todos, principalmente por los seres vegetarianos que le rodeaban, su esposo y los amigos de éste.

Nosotros, desde el otro lado del mundo, pudimos ser testigos de los cambios climáticos en su personalidad, solo gracias a una de las tantas redes sociales que pululan en el internet. El perfil de Marta, hasta entonces lleno de amigos y eventos, se volvió una especie de recetario vegetariano en línea. Fotos de Marta preparando albóndigas de soja, fotos de Marta comiendo empanadas de tofu, fotos de Marta y Ralf frente a una mesa servida con sopa de arvejas, calabacín relleno, y todas las ensaladas habidas y por haber. Cada imagen acompañada, por supuesto, de su respectiva receta. Ella, que daba su vida por unos tacos al pastor, unas flautas de pollo, un mole poblano, ¿ahora vegetariana? No lo podíamos creer. Y menos aún cuando la veíamos cada vez más pálida, en cada foto un poco más verdusca. Ella escribía que estaba bien, que era feliz, pero su rostro reflejaba que ya no vivía, solo vegetaba, en el más amplio sentido de la palabra.

Las fotos que más nos impresionaron fueron las del álbum etiquetado “Carnaval en Mainz”. El tal Ralf era miembro de un club de carnaval, por lo cual animó a Marta a participar en la carroza con él y sus amigos. Allí se le veía a la pobre Martita, vestida de zanahoria en medio de una carroza de verduras alemanas. Ni siquiera había tenido que maquillarse la cara. La dieta, a la que obviamente no había logrado acostumbrarse, aunada a la vergüenza de un disfraz tan falto de carácter, le había puesto el rostro tan verde como el tallo de tela que le hacía de sombrero. Se le veía triste, derrotada, aunque ella escribiera al pie de cada foto, “divirtiéndome en el carnaval”.

Estas fotos desencadenaron una lluvia de mensajes de apoyo. Martita querida, qué estás haciendo allá. Vuelve. Te queremos aquí. Pero ella no podía aceptar que no fuera capaz de adaptarse y ser feliz al mismo tiempo. En un último esfuerzo desesperado, se inscribió en grupos de autoayuda para mujeres en matrimonios mixtos, grupos de mexicanas en Alemania y grupos de mujeres latinas convertidas al vegetarianismo.

Pero la llegada de mayo nos devolvió la esperanza. En el perfil de Marta fueron desapareciendo poco a poco los grupos a los que había pertenecido en ese nefasto año. Y fueron apareciendo nuevos enlaces a agencias de viaje, grupos de mujeres separadas, abogados. Animados por todas estas señales, sus amigos virtuales y no-virtuales decidimos cooperar para pagar su viaje de vuelta a México.

Exactamente un año después del desplazamiento hacia Europa, se llevó a cabo un movimiento en dirección contraria. A su regreso, Marta fue recibida por todos nosotros, sus amigos, con mariachis y con un banquete preparado exclusivamente con sus platos mexicanos favoritos. Se le veía contenta disfrutando bocado a bocado de esos manjares de los que se había privado durante tanto tiempo.

Ayer me contó, por teléfono, que decidió abrir dos nuevos grupos llamados “sobrevivientes de catástrofes emocionales” y “lo que sea menos verde”, y que en solo una semana ambos ya cuentan con más de mil miembros. Le dije que me alegraba mucho que hubiera dejado atrás la experiencia europea. – Eh, esteee, ¿te conté de Franjo? Es guapísimo. Por cierto, ¿te gusta el espagueti?

Patria es una esquina del corazón

A Dina Mayarí de Lión

Mayo de 1984

De nada sirvió la sonrisa que su hija le dio y que llevaba siempre en su billetera como amuleto. De nada sirvieron los ruegos, las promesas que ella le hizo a todos los santos, las vírgenes y demás dioses y diosas de cielo y tierra para que le guardaran. El país estaba cubierto, aislado, por una nube de odio. Eran días grises, eran años grises. Vukub-Cakix había recuperado el señorío del cielo.

Contra toda ley divina, gente maligna le dio fin a su permanencia sobre la tierra. La tierra tembló cuando la nada tragaba al poeta, en el preciso momento en que intentaban desaparecer su nombre, haciendo desaparecer su cuerpo. Vukub-Camé y Hun-Camé se vanagloriaban. El tiempo había principiado en Xibalbá. Guatemala era el inframundo



Jeremías 17, 7-8

Mirá vos, me contaron que andás fregado de dinero. ¿Por qué no te venís conmigo a la iglesia el domingo? N’ombre, no me mirés así. Perate que te cuente como está la cosa. ¿Te acordás que hace unos meses andaba yo igual de jodido que vos? Estaba tan mal que lo único que me quedaba era encomendarme a la divina providencia. Y fue cabal lo que hice. Un día me fui a la iglesia, esa que anuncian en los canales religiosos, y cuando acabó el servicio, tomé fuerzas, me subí al púlpito y le hablé al pastor rapidito, porque se tenía que ir a bendecir no sé que nueva finca. Pero buena onda, fijate, porque me escuchó y, me dijo, hermanito, no se preocupe, recuerde lo que dice Jeremías, “bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza”, y señalando hacia arriba me aconsejó, encomiéndese a él y verá cómo él lo prospera . Sin mucha esperanza me quedé viendo un rato al cielo, o mejor dicho al techo de la iglesia, y desde ese momento empecé reza que reza, ora que ora, y nada que ver vos, no se veía venir la bendita prosperidad por ningún lado. Y yo pensando, será que hice algo malo, será que no estoy orando con fe; y le decía a mis patojos, ayúdenme a orar muchá, que así de a montón tal vez el Señor nos oye. Pero nada.

Quesi un día que fui otra vez al servicio, el pastor volvió a decir la misma frase, esa de poner la confianza en el Señor y que vuelve a parar el dedito para señalar hacia arriba. Pero esa vez sí me abusé y me fijé bien a dónde es que estaba apuntando la manita y quesi resulta que no era al cielo, vos, sino a un señorón que estaba sentado en uno de los asientos hasta arriba. ¡Fijate! ¡Y yo de pendejo rogándole al Señor equivocado! Ese mismito día, le fui a hablar al don. Don Jeremías, le dije, me manda el pastor, que dice que ponga en usted mi confianza. Y parece que esa era la clave, vos, porque allí merito me ofreció el trabajo de guardaespaldas, que es lo que estoy haciendo ahorita. Y vieras qué prosperidad. Si hasta con carro nuevo ando ya.

Por eso te digo,venite un día a la iglesia. Mirá que con los conectes que tiene el pastor, pura gente del Alto Poder, deplano que a vos también te puede conseguir un buen chance.



Caridad

- Mi reinita linda, mi uananolny. Si usted sabe que por mí yo me la matrimoniaba ya ya, pero está la familia de mi mujer, que es la que paga la candidatura para reelegirme y, si no hay money no hay curul, y no la puedo venir a visitar hasta aquí a los estaits y ...

- Sí papi, todo lo que usted quiera, pero acuérdese que son fifty bucks la hora, y ya solo nos quedan five minutes

- No se preocupe mi Caridad chula, mi latin-american preciosa, que a los de la comisión de desarrollo nos dieron un dinero extra para invertirlo en alimentación, y yo a usted últimamente la estoy viendo muy delgadita. ¿Seguimos?


El Único Inocente

Benito estaba tomando tranquilo su almuerzo en un puesto de comida del mercado cuando sintió que le tocaban el hombro. Se levantó del susto y se volteó a ver al dueño de la mano.

- ¿Inocente? - le preguntó el tipo, levantando el mentón para enfatizar el sentido interrogativo del cuestionamiento, así como la dirección en que se encontraba el destinatario de la pregunta. Benito hizo una lista rápida de las razones por las que alguien podía considerarlo culpable. Pero ante la certeza de encontrarse frente a un sicario, pensó que solo había una respuesta posible: - sssí - la voz le temblaba.

Sonaron tres disparos. Benito caía ante la mirada de susto las otras personas que estaban alrededor. Cada una de ellas buscaba un motivo que justificara, de alguna forma, aquél acto salvaje que no le era del todo desconocido; alguna razón que, bajo su punto de vista, le pareciera plausible.

- Un asunto de cuernos - pensó uno.
- No habrá pagado una extorsión - pensó el otro.

- Inocente Ramos, los locatarios de este mercado lo declaran culpable de extorsión con agravantes, por lo que de esta forma se hace efectiva su sentencia - dijo el sicario en voz alta, dirigiéndose al ahora occiso, y haciendo alarde de los conocimientos de derecho penal que había adquirido en las lecturas de las sentencias que lo habían llevado varias veces a la cárcel.

El del revólver salió de un mercado en absoluto silencio. Todos, menos él, sabían que ése, que yacía con un tiro en la frente, y dos en el pecho, que en vida fuera Benito Sánchez, no era el verdadero Inocente, por cuya muerte habían pagado, o, mejor dicho, era, entre todos los presentes, el único inocente.


Independencia


- En lugar de enojarte decime, ¿qué otra cosa podía haberle dicho a los cuates de La Gaceta?.
- Por ejemplo que yo también arriesgué la vida desvelándome con ustedes en las reuniones conspirativas.
- Mooomento, que aquí no hubo conspiración.
- Vaya pues, en las “juntas secretas”, como le dicen ustedes.
- Ajá, ¿y si luego viene el Chepe Porras y empieza a jactarse de las borracheras que se ponía después de cada junta? Tu imagen de madre y esposa ejemplar se va al carajo.
- Pues mirá, si me dan a escoger, prefiero ser héroe nacional, como vos.
- Olvidate, Dolores, lo menos que te dirán será héroe. ¿Ya ves?, fue por eso que mejor les dije que vos estabas encargada de la marimba y los cuetes, para que no se dañara tu imagen.
- Ah, sí, y además vas a querer que te lo agradezca. Vos con la gloria y yo con la marimba.
- Con la marimba de hijos, jajaja.

Doña Dolores Bedoya miró furiosa a su marido, pero no siguió la discusión. Para qué. Al día
siguiente iría ella misma a hablar con los periodistas para aclararlo todo.

Entre fantasía y realidad

Teología Perruna


Los perros, como sus parientes los lobos y los coyotes, son adoradores de la diosa A-U, creadora de todas las especies que existen y existieron en la Tierra. Según la mitología canina, hay por lo menos una deidad encargada de proteger a los seres de cada planeta. Al planeta Tierra, según esta creencia, le ha sido designada la diosa A-U, o sea a la luna, como diosa protectora que la rodea con su presencia (‘U’ significa ‘dios’ en el idioma perruno). Los seres caninos tienen la creencia de que una noche al mes, o sea en las noches de luna llena, la diosa A-U descubre su bello rostro para que todos los seres terrestres le rindan homenaje y le canten alabanzas.

Para el común de los mortales, el rito a la luna llena no es más que una repetición monótona del nombre de la diosa, que podría hacer las veces de mantra. Sin embargo aquel que se toma el tiempo y la paciencia de escuchar con atención estos conciertos nocturnos, podrá observar que existen variaciones en la entonación y el ritmo, las cuales están determinadas por lo que ese día el grupo quiera decir o pedir a la diosa. Estas variaciones son dirigidas por el líder coral, que es, regularmente, el perro más anciano del barrio.

El canto es la única forma que tienen los perros de acercarse a la diosa A-U. Solo unos escogidos han tenido el privilegio de verla de cerca, entre ellos la tan venerada Santa Laika Mártir, pero ninguno de ellos ha podido disfrutar de su presencia. Los perros creen que los seres humanos son los únicos que han sido recibido el privilegio de presentarse ante ella. Eso lo han sabido los profetas desde tiempos inmemorables y es precisamente por ello que los perros sienten tanto respeto por los seres humanos, a los que llaman con cariño WU-A-U, que quiere decir, ‘bendecidos por la diosa A-U’y les han jurado devoción eterna.


Midge

A mí que no me vengan con cuentos. Los vampiros no se alimentan de sangre sino de pizza. Miren por ejemplo a mi compañero Midge, de la residencia universitaria. Si él no es un vampiro, no se yo quién más pueda serlo. Y no me refiero a su porte gótico, es decir, el pelo teñido de negro, rostro pálido y vestuario negro. Conozco a muchos góticos y todos son gente normal, como usted o como yo. Pero Midge no, Midge era otra cosa, principiando por su absoluta intolerancia a la luz. Tenía una vida exclusivamente nocturna. Trabajaba de noche, unas veces cuidando edificios de oficinas y otras de guardia en alguno de los parqueos de la ciudad. En el día dormía o permanecía en su habitación, cuyas cortinas eran impermeables a cualquier gotita de luz que intentara ingresar en ella. Nunca lo vi en la universidad o en alguno de los lugares que frecuentaban los estudiantes durante las horas hábiles. Ya cuando empezaba a oscurecer, hacía su aparición en la cocina de la residencia, iba directo al refrigerador, sacaba una pizza congelada del congelador y la ponía en el horno. Luego se sentaba, encendía unas velas y apagaba la luz. Solo entonces se percataba de la presencia de otros compañeros de piso y empezaba a conversar con ellos. Después de unas dos horas de plática, que dejaba agotados a sus interlocutores, se iba a trabajar.

Una madrugada me desperté con sed y me fui a la cocina a tomar un vaso de agua y me encontré a Midge sentado en una de las sillas, esperando a que apareciera un interlocutor. Esa noche no había ido a trabajar. “Qué bueno que estás despierta”, me dijo emocionado, y yo pensé en contestarle que no, que realmente no estaba despierta, que en realidad estaba dormida pero que andaba sonambuleando un poco, pero no tuve tiempo ni de decir “no”, ya que, casi sin pausa, me empezó a contar el por qué esa noche no había ido a trabajar, seguido del argumento completo de su película preferida, “El baile de los vampiros”, para terminar con la queja de que uno de nuestros compañeros de piso se había comido su última pizza. Llegado ese momento suspiró con tristeza, lo que yo aproveché para escabullirme a mi cuarto, no sin antes ofrecerle mi pizza congelada a manera de ofrenda. Al llegar a mi cuarto me sentí débil. En un ratito me había succionado la tranquilidad nocturna, y, aunque pude reconciliar el sueño, el resto de la noche no hice más que soñar con él, viendo en mis sueños cómo se avalanzaba hacia el congelador para atrapar a su presa, de salami con doble queso.

Después de que me salí de la residencia lo perdí de vista. Sin embargo, ayer que me lo encontré en la parada del bus, lo reconocí de inmediato. Yo volvía del trabajo después de una jornada agotadora, por lo que me mantuve a una distancia prudencial para no entrar en su campo visual, no fuera ser que quisiera chuparme la última gota de energía que me quedaba, contándome todo lo que había pasado en los diez años que no nos habíamos visto. Estaba igual de pálido y delgado que entonces, el mismo pelo largo pintado de negro y agarrado en una colita. No había envejecido ni un solo segundo, era una copia exacta del Midge de la residencia. Caminaba inquieto de un lado a otro sin mirar a su alrededor. De repente apareció una chica, pelirroja, tan pálida y delgada como él. Se besaron un largo rato y luego se dirigieron, tomados de las manos, al restaurante italiano que estaba cerca. En eso llegó mi bus y me subí.
Miré hacia atrás y alcancé a ver que, antes de entrar al restaurante, intercambiaban una mirada llena de complicidad y sus sonrisas maquiavélicas develaban dos pares de colmillos, tan blancos como la mozzarella.

Oración del escritor

Madre nuestra Inspiración,
que estás en los cielos, la tierra
y en los ojos del ser amado,
...santificados sean tus nombres
vénganos el reino de tu palabra.
Hágase tu voluntad,
así en el verso como en la prosa.
Dános hoy nuestra historia de cada día.
Perdona nuestras sátiras,
como nosotros perdonamos a los que les ofenden.
No nos dejes caer en la frustración
y líbranos del bloqueo mental.
Porque tuyo es el reino lúdico
que nos da el poder
de no esperar la gloria.
Por los siglos, los post-siglos y
los neo-siglos.
Así sea.

;-)